Quismondo es un pueblo con encanto de Toledo

En el corazón de la provincia de Toledo, entre campos dorados y caminos tranquilos, se alza Quismondo, un pueblo que guarda en su interior joyas de historia y hospitalidad que lo convierten en una parada imprescindible para quienes viajamos con paso lento y mirada curiosa.

Visitamos la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde tuvimos la oportunidad de entrar y ver su campanario recién restaurado, puesto que en la plaza coincidimos con el alcalde del pueblo, José Eugenio del Castillo quien nos recibió con calidez y nos abrió las puertas de la iglesia para conocer el campanario.

Subir hasta allí fue como ascender en el tiempo. Cada peldaño contaba una historia, y al llegar arriba, las vistas nos dejaron sin palabras. La iglesia, de origen renacentista con posteriores reformas barrocas, es el corazón de Quismondo, y desde su torre se comprende por qué: todo gira en torno a ella.

La conversación con el alcalde fue cercana, de esas que se disfrutan sin mirar el reloj. Hablamos de la restauración del campanario, del esfuerzo por conservar el patrimonio y del orgullo de pertenecer a un pueblo que no olvida su historia.

Ermita de San Roque, un pequeño templo que ha acompañado durante siglos la vida espiritual del pueblo. Su fachada sencilla y su entorno tranquilo invitan a la pausa, al recogimiento, al silencio. Como muchos pueblos castellanos, Quismondo tiene ese don de hacernos sentir en casa aunque sea la primera vez que lo pisamos.

Tras la altura, volvimos al suelo firme y nos dirigimos hacia otro de los tesoros de Quismondo: la fuente del Caño, situada en la plaza de Sergio del Castillo, también conocida como la plaza del Caño. Este antiguo abrevadero de piedra, construido en 1643, fue en su día parada obligatoria para el ganado, y hoy se ha reconvertido en una fuente que refresca caminantes y vecinos. Nos detuvimos un momento a descansar allí, junto al rumor del agua, imaginando las historias de pastores y viajeros que, siglos atrás, hicieron lo mismo.

👉 Recomendación viajera: si decides visitar Quismondo, no olvides llevar calzado cómodo, algo de fruta para el camino y ganas de conversar. Porque aquí, el patrimonio no solo se encuentra en las piedras y las torres, sino también en las personas.

Quismondo no se visita. Quismondo se escucha, se observa y se recuerda.

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