Esta etapa ha sido una de las más largas, en la que me obsesioné con llegar a Portomarin, con un trayecto de 62 kilómetros que disfruté mucho porque el recorrido fue en medio de zonas muy campesinas y los olores a tierra, a vacas y a pasto me hicieron recordar a mi pueblo natal.
Salí a las 7:30 de la mañana, la primera parte del viaje estuvo muy amable porque había un descenso hasta llegar a Triacastela. Es este poblado me detuve a merendar, me sentía cómoda y me detuve a descansar. La vegetación del camino estaba verde y hermosa.
El monasterio de San Julián de Samos
Continuando con mi travesía llegué a Samos donde hay que hacer una parada obligada en el monasterio de San Julián de Samos, el cual fundado en el siglo VI, pertenece a la orden de los benedictinos. Posee una arquitectura imponente,la iglesia abacial, es de estilo barroco, y fue fue construida entre 1734 y 1748.
Desde Samos seguií descendiendo por la carretera pero de una forma más pausada hasta llegar a Sarria. Desde Sarria hasta Santiago hay aproximadamente unos 100 kilómetros de distancia, que son los mínimos requeridos para optar por la Compostela al llegar a Santiago si haces el camino andando. Muchas personas hacen el camino desde Sarria, también cabe resaltar que esta población es un es lugar de encuentro con el Camino del Norte y el Camino Fránces.
El camino estaba entretenido, pero el tiempo iba trascurriendo y ya casi no veía peregrinos. Pasé por muchas aldeas solitarias y por medio de bosques. Este fue uno de los días más importantes en mi camino, porque me encontré muchas veces sola en medio de los árboles, solamente pensaba en seguir adelante, el propio camino me daba coraje para seguir.
Pase mucho tiempo reflexionando, en mis pensamientos estaba mi familia y miles de motivos por los que debía seguir adelante. Confieso que por un momento tuve miedo al encontrarme sola en medio de los árboles. Empecé a hablar con Dios, y de repente me encontré con un grupo de adolescentes que iban por el camino. Me dieron paso y empecé a hablar con un hombre del grupo, me dijo que era el profesor y guía, resulta que eran estudiantes de un colegio de Asturias y que cada año hacen el Camino desde Sarria.
Por estas cosas es que hay magia en el camino, ya no estaba sola sino que iba con 45 peregrinos. Aunque los tuve que dejar porque en la bici llevaba un paso un poco mas acelerado. Pero me sentí contenta porque Dios me había escuchado. Después de un ultimo descenso llegué a Portomarin, me recibió el río Miño con unas espectaculares vistas.